Felicidades de Pascua de Resurrección a todos y cada uno de vosotros, de ustedes.
CRISTO, vencedor de la muerte, ofrece a todos Su Vida, que es La Vida. A todos sin excepción. Y, para acercarse a Él, no hay nada como ser sencillos y limpios de corazón como niños. No es fácil y hasta algunos se sonríen maliciosamente, pero La Madre Dolorosa, y hoy inmensamente gozosa al ver a Su Hijo resucitado, sin duda nos ayudará.Si te has retorcido de dolor en algún momento durante estos días al considerar o al vivir tu peregrinaje, andas bien encaminado cuando lo unes al madero de la Cruz. Pero eso no es todo. Es posible que entonces, mientras celebras al resucitado, hayas sentido, en algún momento, una gran y contenida alegría, que sepas que no nace de tí, que es dada, regalada. Es más que posible que sientas un consuelo que compensa con creces el anterior retorcimiento. Aunque no es cuestión de sentir aunque se sienta, la fe madura permite saber que Él es el único soporte e impulso seguro y firme en los vaivenes de la vida, de este destierro, de este mundo deconstruido y dolorido, y entre las turbulencias colectivas de nuestros días.
Nadie y ninguna sociedad puede vivir de veras ni darse al completo y de forma constante sin verdadera Fe en Cristo resucitado.
Fuera de Jesús no puede existir verdadera y constante alegría. Ni en la persona concreta, ni en nuestras familias, clubes y asociaciones, barrios y municipios, ni en la sociedad en general como la navarra y española, que es la nuestra.
La política, las leyes y la administración pública fundamental tienen pendiente el mirar y reconocer explícitamente -es lo propio- a Dios, a Cristo, sobre todo en pueblos como el español que aún conserva su Fe católica.
Fuera de Él no hay seguridad, ni calor de caridad, ni verdadera felicidad. Sin Él los rostros no sonríen de verdad.
Las justificaciones de los jóvenes descreídos de nuestros días porque gozan de buena salud y ven la muerte muy lejana, y las justificaciones del aparente orden social (desorden) pagano, se desmoronarán poco a poco. Hasta pozos insondables. Con tales jóvenes y tal sociedad, ¿está todo perdido? Para los pobres hombres que lo ven, sin duda que sí. Sin embargo, el tiempo y la realidad de las cosas juegan a beneficio de la necesidad de lo divino. Cuando el hombre y las comunidades políticas huyen de sí mismos al prescindir de Dios, Él tiene su hora, y en ésta Él se abaja más que nunca hasta nuestra pequeñez y nuestra más honda miseria, la producida por la autosuficiencia ensoberbecida, para que precisamente podamos volver a Él.
La autosuficiencia, flor de dos días, nos apaga hasta desaparecer. Sin frutos porque sin árbol, sin árbol porque sin frutos, de nuevo hoy no hay decencia, ni honradez, ni paz, ni entrega, ni sonrisa sin Él. Todo es un gris agudamente mortecino. Más todavía: no hay niños, ni hasta el relevo generacional.
Dejémonos alegrar por la resurrección de Ntro. Sr. Jesucristo. Apliquemos, esto y más, a cada uno mismo, y a las relaciones sociales, laborales, profesionales y políticas. Por eso, el lema de los carlistas en el ámbito personal e igualmente sociopolítico, es: Nada sin Dios y todo con Dios.
Ramón de Argonz
27-III-2016
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