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¿Acobardarse? Hablemos de la absoluta soledad que hoy hemos sentido, hasta llegar a impresionarnos.
Punto de partida. El día 1de noviembre es la gran festividad de Todos los Santos. El día 2 es el Día de difuntos. Durante muchos años, la visita al cementerio se ha hecho el día 1 por ser día de fiesta. Este año tendrá que ser el día 1 y 2.
El mes de noviembre que iniciamos está dedicado a los difuntos, que son muchos, y sin duda una buena porción estará en el Purgatorio esperando que se les abra las puertas del Cielo.
Pues bien. ¿Cómo hemos visto el cementerio de San José en Berichitos, Pamplona? De doce a una del mediodía, el amplio cementerio estaba prácticamente vacío. Ha sido increíble verlo así, vacío e inmerso en una total soledad un día como la festividad de "Todos los Santos". No debería haber ocurrido esto, aunque había muchas flores que sin duda colocaron ayer día 31 de octubre. El día 1 había más guardianes que vecinos. ¿Y mañana día 2?
Nuestro mensajes es que hay que superar la psicosis del covid-19 y, sobre todo, la sensación de temor, pues nos imaginamos cosas que la Norma no dice y perdemos las libertades que la Norma permite. Así que a espabilar.
Al cementerio o recinto sacro de Pamplona, se entra por la puerta de Víctor Eúsa, que es donde un encargado te toma la temperatura, y se sale por la puerta del río Arga. Se puede estar una hora.
No todo han sido cortesías por parte de los vigilantes, porque, de los cuatro gatos que estábamos rezando por los difuntos -el amor exige cercanía-, algo le ha pasado a una señora muy mayor cuando entraba en el sagrado recinto. Por lo visto, esta señora no podía dejar de visitar los restos mortales de "alguien", devoción que contrasta con la de muchos otros que han faltado. En efecto, rezar a distancia vale menos que hacerlo "in situ", porque no implica sacrificio.
Esta señora se proponía entrar por la puerta del río. Apenas podía andar, lo que exigía que fuese acompañada y apoyarse en alguien. Como iba inicialmente sin "mascarilla", quizás porque no podía respirar con comodidad, los vigilantes le exigieron ponérsela. Hasta ahí todo bien. ¿Y no debiéramos haber intervenido nosotros, de estar más cerca, al exigirle los vigilantes la mascarilla o "tapa-bocas" de muy malas maneras?
1-XI-2020
Fermín de Musquilda