OPINIÓN
Ante el Día
de Navarra: Festividad de
San
Francisco Javier
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Estatua de San Fco. Javier en Bensheim (Alemania).
Foto de la Red. |
ANTE EL DÍA DE NAVARRA, celebrado en la festividad de San
Francisco de Javier –frente al actual Gobierno foral, que quiere imponernos la
fiesta del euskera- cabe partir de raíces más trascendentes y profundas y
considerar, lejos de partidistas localismos coyunturales, que la fiesta de
Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925 –año y no
por casualidad de la promulgación de la encíclica “Quas Primas”, sobre la
fiesta de Cristo Rey- el Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en
público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey. Posteriormente se movió
la fecha de la celebración pasando a cerrar el año litúrgico con lo que se
resalta la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es
el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su
mensaje de amor, justicia y servicio.
Al ser el final del año litúrgico y preceder al primer
domingo de Adviento, se manifiesta que el Reino de Cristo es eterno y
universal, es decir, para siempre y para todos los hombres. Esta fiesta tiene un sentido
escatólogico dado que, al proclamar a Cristo como Rey de todo el universo, se
proclama que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la
tierra con su Encarnación hace unos dos mil años.
Pero, aunque Cristo no reinará definitivamente sobre
todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los
tiempos, en la Parusía, con la contigüidad del adviento, como preparación
a la Navidad, nos hace pensar en el Niño Dios que puede empezar a reinar en
nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos. Así el Reino
de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando
desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares,
empresas y ambiente.
De alguna manera, la voz de origen griego ΚΥΡΙΟΣ [Kyrios], que significa ‘Señor’, se usa tanto en acepción
profana como en acepción religiosa, refiriéndose, en este caso a los dioses.
Así, confesar a Jesús como “Kyrios” significaba descubrirle revestido de una
nueva naturaleza y situarse ante Jesús de Nazaret desde otra perspectiva. Como
enseña San Pablo, “Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu
corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvado” (Rom. X, 9).
Parece que últimamente sólo se habla de Navarra para que
los navarros nos avergoncemos de serlo: el caso de corrupción en el Osasuna, la
violación de una joven en Sanfermines, la exposición blasfema de Azcona, la
profanación del Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada y el espolio
de sus tumbas, el ataque terrorista contra la Guardia Civil en Alsasua…
Por eso, estos días son buenos para reivindicar a la
tradicional y verdadera Navarra. Pasada la fiesta de Cristo Rey el 20 de
noviembre y celebrado el primer domingo de Adviento el pasado 27 de noviembre,
el 29 de noviembre la ciudad de Pamplona celebra a su patrón, San Saturnino te
Tolouse y el 3 de diciembre, Navarra entera goza celebrando al navarro
más universal: San Francisco de Javier, Santo Navarro y patrón de las misiones -canonizado
el 12 de marzo de 1622 junto con otros españoles como San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Isidro Labrador- desde el convencimiento de
que la fe es para vivirla y compartirla, como han hecho Javier y tantos
navarros, a lo largo de los siglos.
Vivamos agradecidos por el don de la fe que se nos ha
dado y el ejemplo de san Francisco Javier, al llevar a todos los hombres y
mujeres de la tierra el amor de Dios que hemos conocido en Jesucristo, sea como
Cristo Rey del universo, sea como el Niño cuya Natividad vamos a celebrar en
pocas semanas, porque en la persona de Jesús se revela el misterio de amor de
Dios Padre por la entera familia humana.
Es como si estos días compendiaran el misterio
cristológico de la Alfa a la Omega. Y la Fe en la segunda Persona trinitaria
debe traducirse en obras. recuérdese el Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas
que se leían en el Evangelio de hace un mes, o las palabras de San Pablo:
“Aunque hablara las lenguas más arcanas y de los ángeles, si no tengo amor, soy
como una campana que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tuviera el don de
hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y
aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor,
nada soy. Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi
cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor 13,1-3).
De nada nos serviría hablar de Jesucristo si no le
dejamos espacio en nuestro interior y en medio de nosotros. La enseñanza de la
Iglesia, a través de los siglos, habla de cuatro Sagrarios: La conciencia
(donde Dios habita y habla), la comunidad (donde él está presente), la
Eucaristía (presencia sacramental por excelencia de Jesucristo) y los pobres
(donde él se hace presente místicamente: “tuve hambre y me diste de comer”).
Desde esta experiencia se ha de evangelizar e ir a aquellos
que aún no conocen esta gran riqueza: la persona de Jesucristo y el gran regalo
de su Vida. Nuestro corazón ha de ser universal, abierto al mundo. Con el
ejemplo javierano se ha de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a
los hombres que aún no conocen a Jesucristo.
Mirando al Copatrono de Navarra, recordemos que este
estilo de vida lo vivió San Francisco Javier y así lo deseamos para nosotros en
nuestra Iglesia de Navarra. No pensemos sólo en Navarra, sino en el mundo
entero, porque nuestra misión no acaba en nuestra Diócesis. Nos lo recuerdan
nuestros misioneros. Tengamos un recuerdo especial por los misioneros que están
trabajando en los lugares más recónditos de la tierra. De modo especial los
recordaremos el día 3 de diciembre, fiesta de San Francisco Javier, el más
universal de los navarros
Otro Francisco y jesuita, el Siervo de los Siervos de
Dios, en su discurso pronunciado el 25 de noviembre de 2014 en Estrasburgo ante
el Parlamento Europeo, proclamaba: “Queridos
Eurodiputados, ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en
torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores
inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza
su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente. Ha llegado el
momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí
misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de
ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla
el cielo y persigue ideales; la Europa que mira y defiende y tutela al hombre;
la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de
referencia para toda la humanidad”.
Si, con el ejemplo de Javier, no supiéramos nosotros
hacernos eco y portavoces de este mensaje, y más en estos tiempos de crisis no
sólo económica, cobrarían triste autenticidad las palabras de Donoso Cortés: “Al
compás mismo con que se disminuye la fe, se disminuyen las verdades en el
mundo; y la sociedad que vuelve la espalda a Dios, ve ennegrecerse de súbito
con aterradora oscuridad todos sus horizontes”.
Pedro Sáez Martínez de Ubago