Viva Cristo Rey
ES FRECUENTE escuchar escamoteados y a la rebaja los derechos de N. S. Jesucristo sobre todo lo creado: sobre las personas individuales, sociedades, comunidades, instituciones, Estados y la comunidad internacional. Es frecuente que nuestro bienintencionado clero católico insista en que Su reinado no es de este mundo, que reina sobre la Cruz, y que su lenguaje es la misericordia. Todo lo más exige desde el ambón el ejercicio de la justicia social y el amor en el trato con los demás. Así de genérico y de blandito.
Esto es verdad, pero no toda la verdad. Su reinado no es de este mundo, pero ya se desarrolla en este mundo, y si hay que dar al César lo que es del César es porque éste tiene que dar a Dios lo que es de Dios. El reinado desde la cruz de cada día no excluye sino que incluye el reinado en las instituciones sociales y políticas, y el expreso nombre de Jesucristo sobre toda institución que sea expresión directa de la sociabilidad humana en vez de expresión de una Sociedad Anónima (no en vano el sr. Rajoy jura su cargo ante un crucificado y la Biblia; otra cosa es si con ello quiere engañar a alguien). Si la misericordia es el lenguaje excelso, la ley civil sobre todo está para hacer justicia de verdad, cuyo rango inferior al de la misericordia es el propio del desarrollo de las leyes. ¿Y la justicia social? Pues mire qué les digo: sólo se habla de ella pensando en el paro laboral, el subsidio de desempleo, la ayuda a los refugiados y desplazados. Pero, ¿de verdad que ahí se reducen los problemas sociales? ¿Y la venta de la droga, los lugares y TV pornográficas, la promiscuidad, las pildoritas y demás, la corrupción en la educación, y un largo etc.?
Sí, Cristo es Rey universal y su reinado ni es totalitario ni estatista. Es el gran fermento de justicia, amor, y paz pero por ello con unas ineludibles exigencias, hoy abiertamente conculcadas por todos los Estados y administraciones públicas hasta extremos insospechados. Hablamos de la administración y los Estados porque hoy es esto lo que se olvida y sesga, como si Cristo no fuese rey de ellos, y necesariamente estuviésemos abandonados a la llamada soberanía nacional y la voluntad mayoritaria. Pues qué, ¿Quien marca el camino del bien y la verdad a las administraciones, a las mayorías, a las minorías mayoritarias, y a las oligarquías, tan poderosas como para convencer a las mayorías...? Cristo fermenta las buenas y prudentes leyes, apoya todo lo bueno, y da luces para tolerar (permisión negativa -no positiva- del mal) sólo si es estrictamente necesario, promoviendo siempre lo saludable que se necesite. Este fermento cristiano es EN NOMBRE DE CRISTO, y no haciendo coincidir la voluntad de Dios con la humana. ¿Por qué el hombre debe coincidir con el querer de Dios?: por querer vivir y actuar EN NOMBRE DE CRISTO.
Pío XI decía en la Quas Primas de 1925 que la Iglesia es una sociedad perfecta, con sus derechos a reconocer por el Estado. Por su parte, aclaraba que el poder civil y la autoridad se fortalecen si declaran su subordinación a la infinitud de Dios:
"La celebración anual de esta fiesta recordará también a los Estados que el deber del culto público y de la obediencia a Cristo no se limita a los particulares, sino que se extiende también a las autoridades públicas y a los gobernantes; a todos los cuales amonestará con el pensamiento del juicio final, cuando Cristo vengará terriblemente no sólo el destierro que haya sufrido de la vida pública, sino también el desprecio que se le haya inferido por ignorancia o malicia. Porque la realeza de Cristo exige que todo el Estado se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos en la labor legislativa, en la administración de la justicia y, finalmente, en la formación de las almas juveniles en la sana doctrina y en la rectitud de las costumbres" (nº 20).
En esa época flameaba el comunismo y el nazismo brotaba con fuerza. El fascismo había llegado al poder. Los dos primeros totalitarismos rechazaban abiertamente el reinado social de Jesucristo poniendo la salvación en el proletariado o la raza. El fascismo, más práctico, fue poco a poco declarando su rechazo rompiendo finalmente con la Santa Sede.
Hoy mismo, la increencia, el agnosticismo y la dictadura del relativismo ahogan y anulan las instituciones, los Estados y al mismo hombre. Es el totalitarismo dirigido al interior del hombre y no sólo a los cuerpos y la producción. Pues bien, sólo Cristo Rey es liberación para todos y protección de los que menos tienen y pueden.
Ramón de Argonz
En la festividad de Cristo Rey
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