Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra

domingo, 10 de noviembre de 2019

O Cristo reina en España, o a luchar para tener los mismos derechos que el lince ibérico


SE HAN CERRADO los colegios electorales. No sabemos en qué va a terminar esta jornada. Hay  gente con familia, exigente con la defensa de la vida humana, amante de la patria a la que pertenece, amante también de sus Fueros en Navarra.... que ha votado a una forma de mal menor-según dicen-.

Pero ya no se sabe qué es eso del mal menor, aunque éste exista puntualmente. 

Desde luego la táctica malminorista es otra cosa, y es corrosiva en teoría y en la práctica española. Conforme a dicha táctica, de mal menor en mal menor, como de oca a oca, se ha caído cada vez en mayores males, en males mayores que son una vergüenza para todos. Una vergüenza para nuestra civilización que hace agua por todas las partes. Como el Titanic. España y los españoles gritan y rezan hoy como las últimas escenas del hundimiento de semejante paquebot.

Tan abajo estamos, que algunos ya no piensan en defender la vida humana desde la concepción en las Leyes y la Seguridad Social, sino que se conforman en que no les eutanasien a ellos el día de mañana -¡viva la solidaridad!-, esto es, en ser tan importantes al menos como los linces y las pachamamas... . 

Ante el llamado mal menor y el malminorismo, el mal mayor es que se diga que en las elecciones no conviene hablar de nada de esto: del aborto, de las uniones homosexuales, de la adopción de niños a familias que no son tales, del divorcio y del matrimonio civil entre bautizados, del derecho de los padres a la educación moral y afectiva de sus hijos, de la epidemia de la droga y la peste de la inmoralidad, del puterío en las carreteras de España, de la defensa de lo cristiano frente al anticlericalismo etc. Si no se puede hablar de estas cosas "para no perder votos", es que ya no interesa la persona humana. Tampoco interesaría la religión que se involucre en todo ello. Si no se puede hablar de estas cosas, da lo mismo decir que España existe o no existe, que somos Rusia o Marruecos... Si no se puede, sólo queda pensar en el "pucherazo" en el recuento de los votos.

Ciertamente, hay mucha gente enfadada con lo anterior señalado, con el paro y el derroche del dinero, con los privilegios de los etarras, con la inmigración descontrolada, con el intervencionismo del extranjero con dinero a ciertos colectivos etc. etc. Estaría bien mostrar que los enfadados son muchos, para ver si entre ellos se abren otras vías adecuadas y precisas para poner solución a estos y otros temas, como es la vía tradicionalista. Si muchos protesten contra el actual hundimiento y trampas en que está inmersa España, que llegan a ser estructurales gracias a la Constitución de 1978, en principio podría haber más posibilidades para que quienes tienen verdaderas soluciones, como la tradicionalista, se abran camino en la opinión pública. 

Por eso, digamos que, sea lo que fuere, no habrá solución a los problemas nucleares si no se reconoce lisa, llana y expresamente el reinado social de N.S. Jesucristo (que nada tiene de clericalismo) en las constituciones, las leyes y la acción, pues sólo Él garantiza las obligaciones y derechos recogidos en el Decálogo, que son de derecho natural y absolutamente necesarios en la sociedad. Más todavía, sólo en dicho reinado las familias y sociedades gozarán de los medios adecuados para poder abrirse al mundo sobrenatural al que estamos llamados. Sólo reconociendo distintos derechos a la religión católica de los españoles y a las otras religiones -muchas de ellas contraria al Decálogo-, la mente de los españoles se liberará del "todo vale", del "todo es igual", del imperio del "número" -muchas veces tan aleatorio y manipulado-, del indiferentismo, de la soledad en la defensa de lo más noble frente a la corrupción de la ley civil. 

Así lo admitiría sin duda la mayoría que en España se declara católica, así puede pensar ésta, aunque sin duda deje de pensarlo -duele decirlo- cuando se le distorsiona aquella necesidad y cuando le dicen que el sistema exige que no sea así. ¿Pero por qué? ¿No podemos mirar a otros países como Hungría y Polonia? La conversión se hace en un momento y hay que proponerla siempre. 

Si ponemos la aspiración en que el votante nos vote, en la subordinación al cálculo de las mayorías, en el olvido de la objeción de conciencia, en el becerro de oro de la ley como expresión de la mayoría en temas esenciales de la vida, en conformarnos con la total falta de representatividad del actual sistema, entonces sólo podremos luchar para valer tanto como el lince ibérico.




Fermín de Musquilda
10-XI-2019
Diez y media de la noche

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