UN PRECEDENTE DE LOS VOLUNTARIOS del
Monumento de Navarra a sus muertos en la
Cruzada:
El general Lerga.
Situemos al lector en palabras de un texto carlista inédito de 1952:
“En esta tercera guerra se luchó en
Cataluña, Valencia, bajo Aragón, Vascongadas y Navarra, durante dos años (sic.
fueron cuatro), y llegó a tener tal importancia que, en el Norte, hubo batallas
en las que el Ejército liberal desplegó hasta tres cuerpos de ejército en las
que quedó vencido. Durante la guerra (esta misma guerra), España pasó por la
Monarquía de Amadeo, la primera República y en su final por el principio de la
de Alfonso XII, proclamado éste por el Ejército (siempre por desgracia
contrario a los carlistas). Ciertamente, la guerra no podía ganarse puesto que
eran treinta y nueve provincias contra diez. Era grande la diferencia y Don Carlos
tuvo que pasar la frontera después de ser aclamado frenéticamente por siete batallones
que, desesperados, rompieron las armas muchos de ellos llorando y le
acompañaron a Francia en la emigración. ¡¡Qué espectáculo más sublime!! No se
ha dado jamás en la historia del mundo otro caso igual”.
Puesto el marco, vayamos a por la pintura
del general Lerga. Continúa así el texto:
“Como caso de lealtad, entereza y
españolismo, podemos citar el del General Lerga; éste había dado su pequeña
fortuna para la causa carlista. Al terminar la guerra se encontraba sin
recursos; el Capitán General de Navarra le llamó a su despacho y le propuso en
nombre del Gobierno, el reconocimiento de sus grados y destino en la Península
o en Ultramar, haciendo toda clase de consideraciones, entre ellas, que había
Rey en España ya; pero él, agradeciendo la proposición, contestó que no
reconocía otro Rey que Carlos VII, ni otra España que la eterna, la tradicional
y la verdadera; este gran caballero y gran español, continuó su vida haciendo
sus servicios de caminero, con su azada al hombro, pero respetado y querido por
todos los habitantes del distrito en donde prestaba sus servicios, y saludado
con arreglo al formulario militar: “buenos días mi General”; “a sus órdenes mi General”;
(el distrito de Tafalla lo recuerda como figura legendaria, finalizando sus días
en el pueblo de San Martín de Unx); encontrándose una tarde sentado en un bando
de la Iglesia a la hora del rosario, y rezándolo, con uno entre sus manos, le
sorprendió la muerte; ¿no da este hecho qué pensar? ¿no es para reflexionar y
admirar a estos españoles inmensos que, parece que sólo por designio de Dios
pueden ser tal como son?” (1).
¿La conclusión? Los voluntarios carlistas
dieron todo sin pedir nada a cambio. Una vez perdida la guerra de 1876, el
general Lerga rechazó a don Alfonso como rey a pesar de ofrecerle el
reconocimiento y paga del generalato, prefiriendo a Carlos VII y la pobreza, y
por lo mismo muchos carlistas se fueron a sus casas una vez ganada lo que
consideraron Cruzada de 1939 –que lo fue-.
A los navarros muertos en la Cruzada se dedicó este grandioso monumento y es preciso respetarlo.
José Fermín de Musquilda
(1) Documento a máquina, 25 fols., Pamplona, abril de 1952, titulado “Antecedentes. Los carlistas ante la revolución encubierta de un liberalismo importado. Informe reservado. 220 x 278 mm. Archivo particular”.
*Prohibido tomar el texto y las imágenes sin permiso del autor.
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