Festividad
En tiempos del romano Decio y durante las persecuciones imperiales, el obispo Saturnino de Toulouse (Francia), envió al presbítero Honesto a cristianizar el otro lado de los Pirineos. Lo hizo con mucho éxito en Pamplona, cuyos vecinos solicitaron la presencia del obispo Saturnino. Éste bautizó al senador Firmus y a su hijo Fermín (Firminus), junto a otros, en una fuente situada junto al pozo que hoy se conserva, próximo al capitolio romano.De vuelta a Toulouse, los paganos, celosos de la evangelización realizada en Pamplona, apresaron al buen obispo, le ataron a un toro que debía ser sacrificado a los dioses, haciéndole precipitarse hacia abajo de la escalinata del Capitolio pagano, destrozando la cabeza y el cuerpo de nuestro santo patrón. Desde el siglo V se le dedicó una pequeña iglesia en el sur de las Galias.
Saturnino, protege a los pamploneses del actual paganismo que, endiosando las criaturas, conduce a un estéril enfrentamiento entre hermanos cuando se azuza el resentimiento por motivos políticos e ideológicos. Saturnino, protege a las familias, instituciones sociales y a nuestras autoridades eclesiásticas y políticas de nuestra ciudad.
La ciudad se viste de gala, a pesar del frío otoñal, todos salimos a la procesión del santo, y le ofrecemos el color rojo del sacrificio, que no creemos que llegue hasta el martirio, aunque a veces sea valeroso dar testimonio cristiano entre nuestros vecinos.
Ánimo, pamploneses, y válenos, señor Saturnino.
La Redacción
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