Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra

viernes, 28 de diciembre de 2018

Hay que salir a la calle con las grandes verdades

CRÓNICA

LUCÍA enfrente del Parlamento de Navarra la pancarta siguiente: 


La concentración ha coincidido, como algunas otras veces -las menos-,   con el Rosario por la Vida en Ansoáin, que se celebra el último viernes de mes. 
Una chica de unos 15 años, de buen parecer y alegre, hacía piruetas con la bicicleta delante de nosotros. Dos veces ha querido acercarse y hablar. El primer gesto era como si el “Aborto No” le extrañase, sin precisar muy bien en qué sentido. Sin embargo, dos veces ha clarificado: “Esto es una mierda, me refiero a no abortar. Si me quedo embarazada con 18 años, ¿Qué voy a hacer?”. Para hablar, sobre todo se ha dirigido a las mujeres de la concentración. No se qué le habrán dicho, pero otro le indica: “pero tu ya vives”, “el niño es otra persona”, y otra añade “déjale vivir como tu y disfrutar como tu disfrutas”. La verdad que se le veía una chica alegre y desenfadada con su bicicleta, saludando incluso a unos conocidos. Es increíble a qué extremo puede llegar la desinformación, la frivolidad o el egoísmo. También se han acercado muy poco después otras dos muchachitas, que han hablado algo con las manifestantes.
Al final, después de rezar un misterio del Santo Rosario, se ha leído casi todo el discurso del dr. Abel Albino, pronunciado en Argentina el 17-V-2018, con la idea de leerlo la próxima vez con el megáfono para conocimiento de todos.
Al otro lado del Paseo de Sarasate, un desfile de unas cincuenta personas de edad muy madura pedía el acercamiento de los presos terroristas. Cualquier familiar es capaz de reclamar eso, pero cualquier Estado es prudente si no lo concede. Comento a mi acompañante que la falta de lucha en favor de la vida trae después desfiles callejeros como ese, y que las cosas se pondrá peor. La tibieza y adocenarse trae males en cadena. Por su parte, él no podía cllarse, y dice a los de la triste comitiva que también los asesinados quisieran estar paseando por la calle. 

Una vez en la Santa Misa, el pater ha mencionado varias veces a lo Santos Niños Inocentes del Nuevo Testamento, porque, hoy 28, es su día. La primera vez que lo dice vinculándolos al aborto voluntario, casi aplaudo de contento, porque nunca se oye hablar de este tremendo tema en la celebración de la Santa Misa.
Al escuchar en el Introito que “los mártires inocentes pregonan hoy Tu gloria”, el fiel podía  extrañarse en un primer momento, porque el niño asesinado, aunque sea mártir, parece contradictorio con la gloria de Dios. Sin embargo, recapacitando, enseguida se advierte que lo que el hombre menosprecia, desprecia y tira, resulta que era y es amado infinitamente por Dios. ¿Será posible? Dios salva y eleva al perseguido hasta donde el hombre no puede ni soñar. Más todavía, por lo mismo que el Mundo no “ve” la muerte de un aborto asesinado porque se oculta y silencia el hecho, tampoco “ve” con los ojos de la carne -aunque intuya algo con los de la Fe- la gloria y el infinito valor del niño inocente que pregona la gloria de Dios Padre.
El pater también ha dicho que, aunque la muerte de un niño no es un momento de gracia y menos si es asesinado, sin embargo los Santos Inocentes del Nuevo Testamento son la antesala de la Iglesia, porque fueron los primeros que entregaron la vida por Cristo aún si saberlo. Nuestra época -continuó- es de leyes injustas, de pensamientos soberbios, de actitudes soeces. Ante esto, la Iglesia no puede estar callada. Ella no debe callarse. Dios sabe hacer justicia. Esos niños, aún siendo pequeños, clamaron al Padre Abba en Su Hijo.
En las preces si pidió por el eterno descanso de los bebés que han sido abortados libremente. 

Me he acordado del silencio que envuelve siempre la calle sobre este gravísimo tema social, -"...¡cómo pasan, sin veros, las gentes!"-, así como de la muchacha alegre pero ignorante -desinformada- o tremendamente egoísta, y del daño que hacemos cuando callamos debiendo hablar. 
Pues ya sabemos, a salir del adocenamiento y la tibieza. A salir a la calle. 

Ramón de Argonz




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