AIRES
TOTALITARIOS EN NAVARRA:
LAS LIBERTADES
BAJO EL PUNTO DE MIRA.
Mons. Fernando Sebastián
Aguilar ya no puede hablar.
Mons. Fernando Sebastián Aguilar, Arzobispo emérito de Pamplona-Tudela nombrado recientemente Cardenal. |
EL IMPULSO TOTALITARIO de quienes hacen de su capa un sayo reverdece en Navarra. A
algunos, por cierto que de una forma nada representativa, les lleva a decidir
absolutamente sobre todo lo ajeno: la vida del concebido y no nacido, el
matrimonio, la adopción y la familia, los derechos paternos, la educación, los
bienes de otros y, por último, el pensamiento y decir de los demás. Y si es el
de un arzobispo elevado al cardenalato, mejor que mejor. Aunque sea del que fue
nuestro querido arzobispo Mons. Sebastián Aguilar.
Ocurre que la
Mesa y la Junta de Portavoces del Parlamento de Navarra ha aprobado, con la
oposición de los grupos parlamentarios UPN y PP –por otro lado oposición
flojita-, una declaración institucional donde se reprueba al cardenal don Fernando
Sebastián Aguilar por sus declaraciones sobre la homosexualidad.
Dudamos de las
intenciones de la Mesa, porque: ¿no es cierto que Mons. Sebastián ha afirmado, en
el ejercicio de sus facultades, de su saber y su libertad, lo que cree necesario
decir sobre la homosexualidad, siendo claro en su contenido y expresamente respetuoso
con las personas?
Algo huele a podrido en Navarra, pues lo
que se ha dicho para reprobar a Mons. Sebastián es sintomático de un ayer
larvado totalitarismo político que hoy
ya es manifiesto. Es llamativo que se manifiesten así quienes tienen tantísimo
que avergonzarse por las legislaciones que dictan contra la vida del concebido
y aún no nacido, el matrimonio y la familia, el derecho irrenunciable de los
padres a educar a sus hijos, la libertad educativa, las particularidades de los
centros educativos…
Son los que se meten a decidir en todo lo
que es vida ajena, como forma de reírse de los Fueros que siempre tuvimos. Claro
es que ellos sólo entienden el poder total del Estado, y si es arbitrario
mejor. Tras destrozar sobre un papel que
todo lo aguanta, pero cuyo contenido se propaga ejemplarmente en nuestra vida,
la naturaleza del hombre y las sociedades, ahora van contra quien nos recuerda
cómo es el hombre. No se atrevieron a desahogarse cuando Mons. Sebastián era
arzobispo de Pamplona-Tudela, a quien tantísimo le debemos los católicos
navarros, que son la inmensa mayoría de las gentes de Navarra, y ahora quieren
matar su recuerdo.
Dirá el Sr. Lizarbe (PSOE) que "cada
uno puede pensar lo que quiera" aunque siempre que el otro piense como yo.
Excluyente es el Sr. Nuin cuando llama sectarios a quien no piensa como él y,
en consecuencia, como un vulgar jacobino, si por él fuese les quitaría los
cuartos con multas y hasta les metería en la cárcel. Parece que la sombra de
Robespierre planea sobre Navarra, tierra que fue de libertades, de generoso
corazón y de una verdadera religiosidad. Quisieran volver todo al revés, aunque
nosotros les paguemos. Es penoso ver cómo Ramírez (Bildu) cree representar la libertad y la paz, la
modernidad y, sobre todo, el sentido común. ¿Corregir fraternalmente a quienes
humillan a las víctimas del terrorismo y claman por los etarras presos? ¡Ah!,
eso de ninguna manera. Lo mismo diremos de un tal Aierdi. Como si su ideología
no fuesen sentimentaloide, aburguesada
de cartón y un tanto atávica. ¿Y no saben que el sentido común es el menos
común de los sentidos?
Los portavoces de UPN y PP no han sido todo
lo convincentes que hubieran podido, porque sólo alegan la injusticia de
atentar contra la libertad de
pensamiento y expresión de Mons. Sebastián, y el PP reduce la postura de éste a
ser la opinión de uno de los miembros de la Iglesia católica. Pues bien, además
de sus indudables derechos, Mons. Sebastián es un experto en los temas de los
que habla, fue muy querido por casi la totalidad de los navarros cuando fue
obispo de Pamplona-Tudela, es escuchado con mucho gusto por millones de
personas, y sobre todo tiene en la Iglesia la autoridad propia de los cargos en
los que está investido.
Si
es lamentable que la mayoría de los parlamentarios se muestren seguiditas del
prepotente lobby gay, también es penoso que pretendan dar lecciones de serenidad y humanidad. De
leerles la cartilla sin duda quedarían colorados.
Me dirijo ahora a todos: ¿pensaba Vd. en 1978 que
la cosa pública iba a desembocar así? Nosotros dijimos que así iba a ser, y
tuvimos razón. Seguramente los “contras” de la Mesa quisieran otra
Constitución. No es que nuestro pueblo navarro, siempre noble y de mirada
clara, se haya enrevesado tanto, no; ocurre que desde hace mucho tiempo el arbolito
se plantó muy mal.
Por lo que se ve, dichos parlamentarios no tienen
otra cosa para hacerse notar y tener una causa común. Ni solucionan los
problemas de los navarros, ni aligeran la horrible crisis que sufrimos, ni tienen
saber, prudencia, y en este caso mucho menos justicia humana y divina. Llevan
en sí la generación “ni-ni”. Ya que se han quedado sin programa político salvo
el separatismo y la irreligiosidad, parecen convertirse en los líderes de un
anticlericalismo aparentemente puntual hasta que lo hagan extensivo a todos los
católicos. Al tiempo. ¿Quién se han creído que son?
En su decisión de reprobar a Mons. Fernando Sebastián
la representatividad es una ilusión, porque ¿se consideran con “mandato
imperativo” para declarar y decidir como lo han hecho? ¿En qué parte de sus
programas políticos lo indican? ¿Por qué no admiten el “juicio de residencia” y
por qué creen que el cheque del votante es un cheque en blanco?
Afortunadamente, su decisión no es representativa ni de Navarra, ni de sus
votantes.
¿Por qué ziriquean y provocan al pueblo navarro
haciéndole pasar una gran vergüenza?
¿Mantienen su venganza histórica?
Sea lo que fuere, son un triste ejemplo de la oligarquía
ideológica más falsa que Judas que utiliza la democracia entendida como
participación –en realidad es mucho más- pero para cargársela.
José Fermín Garralda Arizcun
Pte. de la Comunión Tradicionalista Carlista de
Navarra
Pamplona, 28-I-2014
Pamplona, 28-I-2014
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