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Un rey para el pueblo, el pueblo con el rey.
Si nos ponen algo pesimistas, no obstante podemos decir con Vázquez de Mella: "Por lánguida que pueda ser la vida del tradicionalismo, sólo en él reconocerían a sus hijos nuestros mayores si levantaran la cabeza; y, aunque pudiera desaparecer, sólo en él bendecirá la España futura el eslabón que ha conseguido la supervivencia de la patria y al fundamento de sus posibles prosperidades" (Vázquez de Mella).
Pero pesimismos fuera, que la sociedad liberal-socialista existe, pero en la podredumbre.
Eslabón de continuidad política, en pacto con la continuidad social, es la Dinastía. Digamos que gracias a ella, esto es, a la Dinastía de Borbón de la rama llamada Carlista, la sociedad tradicional, eminentemente católica -y a la española- en lo privado y en lo público y político, se mantuvo activa y plena, en fase creciente o menguante según las circunstancias de la época. Gracias a la Dinastía, el pueblo español o tradicional supo ser y fue, ofreciendo una solución que el conservadurismo liberal malbarató a la vez que malbarataba la política y la sociedad durante la dictadura.
¿Cuál es el primer fuero?:el derecho a la vida del concebido y aún no nacido. Pues bien, quien se llama rey y firma una ley del aborto, hiere de muerte la Institución que dice representar. Pero para llegar a estos extremos antes han existido claudicaciones sin cuento. Cuando una sociedad se ahoga o se quema -según prefiramos-, es que antes ha bajado muchos escalones. ¡Qué triste es buscar el poder y ceñirse la corona a toda costa!: pues para eso están los políticos y la partitocracia en el sistema liberal, sirviéndose del pueblo. En el régimen liberal-socialista, si no cedes, no eres.
¿Dónde está la esperanza?: en la recuperación de la sociedad que se llamó tradicional, puesta al día, servida y encabezada por el verdadero rey, y no el trampantojo liberal que ni sirve a Dios ni a los hombres. "Rex eris si recte facias, si non facias non eris" (Eres rey si haces bien, si no, no lo eres). La esperanza está en conocer bien que es la política como servicio, y que reinar no es ceder sino gobernar.
Agradecemos a la Dinastía carlista su inconmensurable servicio a España ya en tierras españolas y más todavía desde el destierro, prefiriendo ser leal y fiel que gustar de los oropeles con los que se rodea la infidelidad. Gracias a ella, no nos cabe duda, "Don Carlos sí volvió", y se pudo regenerar España. Si luego nuestra Patria ha llegado a un punto que parece desaparecida -ya vendrá el resurgir, ya, si permanecemos fieles- no fue por culpa de los leales sino a pesar de ellos, y a que quien dice ocupar la más alta institución política está al servicio de sectarios intereses.
Cuando se vive el Fuero, la autarquía de los cuerpos intermedios, el pactismo, el principio de subsidiariedad… se entiende la lección de Caspe (1412) cuando los representantes de los Reinos de la Corona de Aragón eligieron un rey en 1412. Para Juan Casañas Balsells, Caspe:
Es
“el mayor ejemplo de sensatez que haya podido dar a la historia cualquier
pueblo en cualquier tiempo. Caspe centra la cuestión de la sucesión den sus
verdaderos términos. Una sucesión a la
Corona no puede ser, no debe ser jamás una cuestión política, porque
entonces el Rey sería el Rey de una fracción del país. La cuestión de la sucesión a la corona es una cuestión jurídica, porque
el Rey no se elige, se determina según unas normas. Normas en las que
juegan la Historia, el Derecho, la Moral y, ¿por qué no?, hasta e incluso
predominantemente, la Teología” (Casañas, 1974 p. 98-99). 
Pues bien, trabajemos para rehacer una sociedad haciendo entonces posible un rey.
José Fermín Garralda

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