Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra

domingo, 9 de marzo de 2025

Celebramos la fiesta de los mártires de la Tradición

 Agenda

Mártires de la Tradición

10 de marzo

Parroquia de San Nicolás 20:00 h. (Pamplona)

A la salida continúa la celebración


Estamos de fiesta. Esta fiesta es política en el sentido tradicional del término, donde Dios es el primer y principal servido por una sociedad concreta, que añadía otras motivaciones fundamentales de la vida social, subordinadas siempre a la religión. 

No es fiesta sólo religiosa. Tampoco es fiesta de partido, ni para crear y afianzar partidos, sino para que los partidos no sustituyan la sociedad organizada libremente, ni la dirijan. 

Es una fiesta política porque ensalza la plenitud de la vida uniendo, a lo eterno, la dimensión temporal con todas sus características, también las políticas que, debido a su naturaleza y circunstancias, se convierten en opinables ante Dios. 

Cuando sabemos quién es el rey, en su legitimidad de origen y ejercicio, hay que serle fiel en conciencia cristiana. Y cuando se entrega la hacienda y hasta la vida para vencer a la Revolución triunfante y restaurar la legitimidad, todo ello tan vinculado a la civilización cristiana, debemos rezar, encomendar a Dios y venerar a quienes entregaron su vida hasta la muerte. 

Ante el avance de la Revolución, la Tradición española ha ido experimentando un proceso de "acrisolamiento", donde Dios quedó en principalísimo lugar ante la persecución religiosa sufrida a partir de 1931.

Así explica don Carlos VII al instituir la fiesta nacional de los mártires de la Tradición en Venecia en el año 1895:

"¡Cuántas veces encerrado en mi despacho, en las largas horas de mi largo destierro, fijos los ojos en el Estandarte de Carlos V, rodeado de otras 50 banderas, tintas en sangre nobilísima, que representan el heroísmo de un gran pueblo, evoco la memoria de los que han caído como buenos, combatiendo por Dios, la Patria y el Rey!

Los Ollo y los Ulíbarri, los Francesch  y los Andéchaga, los Lozano, los Egaña y  los Balanzátegui, nos han legado una herencia de gloria que contribuirá, en parte no pequeña, al triunfo definitivo que con su martirio prepararon.

Al fin cada uno de esos héroes ha dejado en la historia una página en que resplandece su nombre. En cambio, ¡cuántos centenares de valerosos soldados, no menos heroicos, he visto caer junto a mí, segados por las balas, besando mi mano como si en ella quisieran dejarme con su último aliento su último saludo a la patria! ¡A cuántos he estrechado sobre mi corazón en su agonía! ¡Cuántos rostros marciales de hijos del pueblo, apagándose en la muerte con sublime estoicismo cristiano, llevo indeleblemente grabados en lo más hondo de mi pecho, sin que pueda poner un nombre sobre aquellas varoniles figuras!

Todos morían al grito de ¡viva la Religión!, ¡viva España!, ¡viva el Rey!"


La Redacción

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