Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra

miércoles, 13 de marzo de 2019

Navarra no se inventa, no se alquila ni se olvida

PRIMEROS PASOS...

Rehacer un largo camino que continúa 

NAVARRA no comienza hoy ni ahora. Lleva mucho tiempo caminando: lleva siglos que alcanzan los más de mil años. 

Los navarros no se avergüenzan de su pasado, y menos si es heroico. Hay mucho heroico en Navarra, que no puede ser embadurnado por una u otra página indeseable. Heroico desde las Navas de Tolosa -y antes- hasta las víctimas del terrorismo etarra. 

Tampoco los navarros temen al futuro. Saben lo que quieren. No quieren un anchluss nacional-socialista como el de Hitler sobre Austria. 

Lo malo es que las cosas están muy enrarecidas. La realidad no se manifiesta lisa y llanamente, como tal es, sino mediatizada por las propagandas, la partitocracia ahíta de poder, los cálculos partitocráticos, las mentirijillas que son grandes engaños. La gente está harta, salvo aquellos que desde hace tiempo veían la hipocresía de quienes manejan el sistema, de quienes están manejados por él, de quienes se pliegan a los proyectos destructores de España, o bien a las conveniencias de la propaganda contraria para renunciar a lo propio, a las verdades, y al derecho. Malo es que uno no se manifieste tal como sea. 

El vascuence -euskera en su idioma- nunca fue un problema en Navarra. Los navarros siempre fueron pero que muy libres. Piensen -por ejemplo- en el valle de Baztán. Ahora el problema son los que por ideología dicen falsamente defenderlo, y además imponiendo el batúa inventado por  foráneos. En este y otros temas, la tontería aldeana del "y yo más que tu" pasa una tremenda factura. 

Si no fuese por el marxismo, el nacionalismo separatista estaría inoperante y olvidado. Y si no fuese por un falso oportunismo, la gente se mostraría tal como es.



Miren: el primer fuero es el derecho a la vida del concebido y aún no nacido. Renunciar a eso genera corrupción externa e interna en los partidos y en la política. Lincoln no fue gradualista en la liberación de los esclavos negros. Y si hablamos del derecho a la vida, no quera Vd. ni imaginarlo.

El siguiente fuero es el matrimonio como Dios manda y el derecho de los padres a la educación de sus hijos, oponiéndose -por ejemplo- a eso de Skolae por corrompido y corruptor. 

Estos fueros fundamentales, abandonados en la Constitución de 1978, se fundamentan en el reconocimiento de Dios Jaungoikoa como Señor ya en las leyes ya en las instituciones civiles. Sin Él, todo se desmorona como un castillo de naipes. A la Quas primas de Pío XI me remito. También me remito a los hechos. Dios es la única defensa del débil y del que nada puede. Y somos muchos los que ya no podemos nada frente al poder opresor. La Palabra de Dios reconocemos que se manifiesta en la Iglesia, la única institución universal y fiable aunque sufra duras páginas escritas por algunos hijos suyos. 

El fuero público se enraiza en el Fuero privado, en la unión entre las familias y los vecinos para el bien común. Exige una verdadera representación social por intereses reales, y de gente experta en su materia -cualquier profesional sabe mucho de aquello a lo que se dedica-. 

Desde hace tiempo han convertido el Fuero en un pobre y distorsionador Estatuto. Es un pequeño Estado. Sin embargo, el Fuero son derechos propios y pre o para constitucionales, nace además de abajo hacia arriba -principio de subsidiariedad-, mientras que el Estatuto es delegación del Estado pare crear mini Estados que asfixian al ciudadano y reproducen la opresión y los abusos del Estado central de tendencia totalizadora. 

Por las libertades y la verdadera personalidad, los Fueros.
Los Fueros como unidad en la variedad, que es España. 
Por el bien común, la verdadera representación que es la de la sociedad misma con el rey.
Por y para la persona, dejemos presente entre nosotros a Dios Jaungoikoa. Hace tiempo que la llamada democracia cristiana fracasó, y, con ella, fracasaron todos por su laicismo soterrado o patente.

Podemos preguntar -también Vd.-. 

Ramón de Argonz


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