Ya hace muchos años que reflexionando sobre los personajes de la Pasión me pareció que Pilatos era el liberal. La pregunta que dirige al Señor “¿Qué es la Verdad?” era una prueba suficiente. Ahora me entero que Kelsen, el santón de la democracia, justifica la actuación de Pilatos diciendo que se ajusta a los cánones democráticos: duda de qué sea la Verdad y recurso a la voluntad de la mayoría para decidir.
En aquellas reflexiones no dudé de asimilar a Judas con los demócratas cristianos. Leí que algunos exégetas se inclinaban a atribuir su traición al desencanto que sufrió al ver que el Reino de Jesús no era como los de este mundo. Hoy, después de haber visto cual ha sido el resultado de la política de la democracia cristiana en Europa a lo largo del siglo XX me reafirmo en que en la Pasión estaban representados por Judas.
En la capilla de la Asociación de Propagandistas Católicos, en una pared lateral, hay una placa que recuerda cómo allí se reunieron diversos miembros de la Asociación para trabajar por la restauración de la democracia en España en los tiempos de la transición. A la placa en cuestión había que adjuntar otra en que se enumeraran las consecuencias de tal restauración democrática:
Estado ateo anticristiano, anulación civil del matrimonio cristiano, el asesinato de los no nacidos elevado a la categoría de derecho, imposición por parte del Estado de una educación anticristiana, burla al matrimonio natural al asimilarlo a la nefanda unión de dos homosexuales, etc.
La placa en cuestión me recuerda a otra que dicen existe en otra capilla similar de Francia donde se reunieron bajo la presidencia del Obispo Dupanloup, los dirigentes de aquel movimiento que preconizaba “Iglesia libre en Estado libre”. Frase brillante que refleja un imposible. Porque el Estado libre al modo que lo imponen los revolucionarios, no se ha limitado a ser libre; ha terminado por oprimir a la Iglesia. A nuestros cristianos demócratas de hoy no les ha servido de nada la experiencia vivida.
Surge en España la democracia cristiana en el seno de un movimiento que propugnaba una acción seglar católica. Aportaba una serie de iniciativas buenas; para ser justos tenemos que decir magníficas. Magníficas excepto una: creer que a ellos les correspondía la acción política con exclusión de otros grupos católicos. Y el siguiente paso, admitir que esa acción política se desarrollaría en consenso con los grupos revolucionarios enemigos de la Iglesia. Para los demócratas cristianos el principio democrático, hoy desprestigiado en todo el mundo, tiene tanto valor como los artículos de la Fe. Por eso los demócratas cristianos de todo el mundo simpatizaron con los rojos durante la Cruzada. Con una glacial indiferencia a los sufrimientos de los españoles, sus hermanos en la Fe, (¿o es que no eran sus hermanos en la Fe?) apoyaron moralmente a quienes les perseguían y martirizaban.
No ocurrió eso en España. No ocurrió porque los del bando rojo, sus correligionarios en democracia, arremetieron contra ellos y les hicieron objeto de la misma persecución que a los que no eran demócratas. Los demócratas cristianos españoles tienen en el cielo una serie de correligionarios suyos, que dieron la vida por la Fe. A pesar de las claudicaciones de la democracia cristiana internacional. Los demócratas cristianos españoles, en la transición, no supieron aprovechar la experiencia vivida.
Hoy España está en manos de los epígonos de Poncio Pilatos. ¿Quién ha hecho la entrega? Los epígonos de Judas. No cabe la menor duda.Ellos mismos lo consideran una gloria y lo recuerdan en una placa colocada en un templo.
Carlos Ibáñez Quintana
Publicado en "Asociación Cruz de San Andrés", 17-IV-2013
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