Dios -Jaungoikoa- lo primero y fecundando la Patria
Para hablar de Dios y lo católico no es preciso imbuirnos de Economía ni utilizar la Economía como un reclamo. Hablar de Dios y lo católico no necesita presentaciones, ni muletas. Basta seguir la naturalidad del vivir.
Para hablar del matrimonio, la familia, el derecho a la vida y a la eduación de los hijos, para hablar de la propiedad privada, no es preciso afirmar que el tema más serio que tenemos entre manos es la unidad de España, el separatismo y las autonomías. Hablar de lo que configura al hombre, a la persona, no necesita presentaciones, ni muletas. Basta seguir la verdad íntima de cada persona.
Hablar principalmente de España y reducirla a que dejen a la gente honrada el serlo, que le dejen en paz, que no se entrometan ni manipulen contra sus libertades más básicas, es tomar el mensaje menos importante aunque muy llamativo, olvidando el otro mensaje maás importante y más constitutivo, como es la dependencia de la realidad España con la religión católica, y la afirmación de la presencia de Dios en la dimensión juridico-política de los españoles.
Decir verdades menores no debe ocultar decir las verdades mayores que son constitutivas. No solo hay que quebrar la vergüenza y complejos que se han impuesto durante décadas a los españoles, sino que sobre todo hay que quebrar las grandes líneas que mantienen la corrupción del edificio social, politico y religioso. No hablar de estas resulta vergonzante y supeditado a lo políticamente correcto.
Decir verdades mayores no está supeditado a lo que diga el alto clero, pues cuando se criticó la primera vez a Vox, salió el cardenal de Valencia mons. Cañizares diciendo que no había que escandalizarse porque se sabía que cumplía la Constitución.
Nuestra primera preocupación es la religión católica, la actual persecución religiosa, y la moral más básica relativa a la vida, al matrimonio, la familia y la,educación. La unidad de España está en segundo lugar y, desde luego, depende de lo anterior primero. ¿Y qué es España? La Patria común que reúne las patrias menores pero esenciales, expresadas en Fueros y no Estatutos de autonomía, que cada comunidad histórica tendrá que rehacer al compás del transcurso de su vida propia. Fueros vinculados al principio de subsidiariedad y al derecho natural, no a la idea de Estado, ni grande ni pequeño. Y queremos una monarquía de verdad, que respete todo lo anterior y que gobierne, donde el rey sea el defensor de los nasciturus, ancianos y enfermos, de los más débiles. Ni la Patria es la lengua ni es lo primero.
Cambiar el orden de los principios, aunque sea por estrategia, significa que nos subordinamos a un error práctico, que precisamente lleva al traste todo lo que se quiere defender, porque la llamada teoría y práctica son dos caras de la misma moneda y tienen que coincidir estructural y anímicamente.
F. de M.
F. de M.
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