Así dicen en las nuevas elecciones (?) postelectorales; dicen que España mira a Navarra llena de inquietud y asombro. En efecto, ¿no han votado los navarros a Navarra? ¿Es admisible dos procesos electorales consecutivos sobre lo mismo, y que el segundo contradiga el resultado del primero? ¿Es esta "democracia" representativa?
Muchos navarros están agotados porque se toman las cosas en serio. Ahora se enteran que toda España les mira. Es una lástima, porque los males no los han generado ellos, sino en PNV de fuera de Navarra y el PSOE de Zapatero y Sánchez, y ahora de María Chivite que parece va por libre por muy sanchista que sea.
Esto se agrava porque es fácil comprender que hay muy poca o nula igualdad entre quien tiene principios -que se juega todo y hasta la vida eterna- y quien carece de ellos, pues estará más o menos contento con lo que le den. Lo anterior y semejante desigualdad generan una tensión y decepción de aúpa.
Llevamos más de un mes de elecciones y a cuatro niveles, con una tensión prolongada, y unas expectativas que nunca llegan a su cumplimiento en el sentido que sea.
Amenaza un resultado final distinto e incluso opuesto al votado por la sociedad, y la presión de ciertos partidos sobre otros.
La injerencia del PNV foráneo sobre la política Navarra, y las negociaciones a puerta cerrada y secreta tras las mismas elecciones, son una realidad desleal e inadmisible. Lo mismo que cuando Rodríguez Zapatero cuando negoció con ETA y le dió un órgano permanente Euzkadi-Navarra. Todo esto será legal pero sin duda es políticamente amoral y pasará factura a sus agentes: PNV, PSN y PSOE. No tienen derecho -moral o ético- a ello, aunque puedan engolfarse en juegos malabares.
Muchos navarros están agotados porque se toman las cosas en serio. Ahora se enteran que toda España les mira. Es una lástima, porque los males no los han generado ellos, sino en PNV de fuera de Navarra y el PSOE de Zapatero y Sánchez, y ahora de María Chivite que parece va por libre por muy sanchista que sea.
Esto se agrava porque es fácil comprender que hay muy poca o nula igualdad entre quien tiene principios -que se juega todo y hasta la vida eterna- y quien carece de ellos, pues estará más o menos contento con lo que le den. Lo anterior y semejante desigualdad generan una tensión y decepción de aúpa.
Llevamos más de un mes de elecciones y a cuatro niveles, con una tensión prolongada, y unas expectativas que nunca llegan a su cumplimiento en el sentido que sea.
Amenaza un resultado final distinto e incluso opuesto al votado por la sociedad, y la presión de ciertos partidos sobre otros.
La injerencia del PNV foráneo sobre la política Navarra, y las negociaciones a puerta cerrada y secreta tras las mismas elecciones, son una realidad desleal e inadmisible. Lo mismo que cuando Rodríguez Zapatero cuando negoció con ETA y le dió un órgano permanente Euzkadi-Navarra. Todo esto será legal pero sin duda es políticamente amoral y pasará factura a sus agentes: PNV, PSN y PSOE. No tienen derecho -moral o ético- a ello, aunque puedan engolfarse en juegos malabares.
De una forma incomprensible,
asistimos a dos procesos electorales consecutivos, sobre lo mismo y excluyendo del segundo de ellos al electorado, ya por el afán de poder del PSN, Geroa Bai, Bildu y la restante ultra izquierda, ya por no saber renunciar al poder aquellos mismos que lo tuvieron, o bien por no querer
aceptar la mayoría social de las elecciones, y por la enorme dificultad que existe para
obtener mayorías absolutas, consecuencia del desánimo y caprichos que genera la partitocracia.
La disgregación social y política por un lado, fruto de la desorientación de los españoles,
el revanchismo de los separatistas y la izquierda, es tal que unos y otros quieren volver a los
antiguos gobiernos de concentración. Sólo falta que pudiera pergeñarlos una instancia
neutral a todos, lo que lo haría mejor que ellos mismos por excesivamente interesados por el poder.
El (primer) proceso electoral es cuando lo ciudadanos eligieron a sus representantes. Con esto debiera de bastar.
Pues bien, ahora son ciertos partidos los que hacen (segundo proceso) unas nuevas elecciones postelectorales: se prefieren entre sí, pueden aliarse contra alguien, y su principal objetivo es sacar tajada política. La raíz es que el poder para los separatistas y la izquierda tiende a ser "contra", desean el poder absoluto -sólo conciben este último como posesión y ejercicio-, con el enorme peligro que eso encierra. Entre ellos, los advenedizos son los peores para estas lides.
A ello se suma que los ayuntamientos, los gobiernos autonómicos y el estatal, tienen demasiado poder, sobre todo los partidos que tienden al estatismo y totalitarismo. Una vez que estos lo toman y a ver quién se lo quita.
Pues bien, ahora son ciertos partidos los que hacen (segundo proceso) unas nuevas elecciones postelectorales: se prefieren entre sí, pueden aliarse contra alguien, y su principal objetivo es sacar tajada política. La raíz es que el poder para los separatistas y la izquierda tiende a ser "contra", desean el poder absoluto -sólo conciben este último como posesión y ejercicio-, con el enorme peligro que eso encierra. Entre ellos, los advenedizos son los peores para estas lides.
A ello se suma que los ayuntamientos, los gobiernos autonómicos y el estatal, tienen demasiado poder, sobre todo los partidos que tienden al estatismo y totalitarismo. Una vez que estos lo toman y a ver quién se lo quita.
La pregunta comienza a hacerse la gente es el ¿para
qué votar? Responderán que los pactos de trastienda etc. los hacen todos. Pues bien, si esa es la respuesta, diremos que todos hacen mal, sobre todo cuando es tan "cantoso" con la mayoría social de Navarra Suma. O del partido que sea.
Si la tal Chivite se considera llamada a formar gobierno con sus 11 escaños de 50, está fuera de la realidad, máxime si para ello está dispuesta a hacer juegos malabares. Parece más correcto que quien tiene 20 escaños se alíe con alguien -no es tan complicado- para que se acepte su presidencia; o, mejor, que con tantos votos como los que tiene se le deje gobernar sin compromisos de presión.
Si la tal Chivite se considera llamada a formar gobierno con sus 11 escaños de 50, está fuera de la realidad, máxime si para ello está dispuesta a hacer juegos malabares. Parece más correcto que quien tiene 20 escaños se alíe con alguien -no es tan complicado- para que se acepte su presidencia; o, mejor, que con tantos votos como los que tiene se le deje gobernar sin compromisos de presión.
Permitan que les digamos que las
elecciones ya han sido. Si los números no salen, y sobre todo quieren tergiversar los resultados,
votaremos de nuevo. Pero nosotros: no Vds. por nosotros, porque sabemos que les mola mucho repartirse tanto poder.
Se está manifestando lo peor y más
sucio de la partitocracia. Vivimos lo peorcito de la actual política, que está enrarecida hace mucho tiempo.
En este marco, es doblemente grave que el partido PNV de Euzcadi presione sobre la política y la composición del Gobierno de Navarra, y que lo haga ante el presidente de Gobierno Sr. Sánchez. Se trata de una intromisión deleznable. Amén de las
cesiones a ETA sobre Navarra siendo responsable Rodríguez Zapatero. De vergüenza y juzgado de guardia. Pero aquí no pasa nada, pues así ha sido la política desde 1978: todo lo malo ha entrado por la puerta de atrás. Y ahora ocurre con recochineo. Por eso, que no digan que la democracia en España es representtiva.
Se les va la fuerza por la boca llamándose demócratas y representativos, pero se está corrompiendo la democracia y desde hace tiempo ya no hay una verdadera representación.
Lo dicho: vecinos unidos y no partidos queremos los tradicionalistas. Una sociedad viva y una suprema potestas limitada, suficiente y eficiente. Representación de intereses reales conforme a las diferentes instituciones y cuerpos sociales. Una instancia externa como el monarca, con poderes propios por ser neutral, aunar a la sociedad, y dirimir los conflictos al servicio del bien común. Los tradicionalistas queremos algo más complejo, pero más real, más social, exigente con el bien común, y tendente a la unidad y el progreso de todos.
Se les va la fuerza por la boca llamándose demócratas y representativos, pero se está corrompiendo la democracia y desde hace tiempo ya no hay una verdadera representación.
Lo dicho: vecinos unidos y no partidos queremos los tradicionalistas. Una sociedad viva y una suprema potestas limitada, suficiente y eficiente. Representación de intereses reales conforme a las diferentes instituciones y cuerpos sociales. Una instancia externa como el monarca, con poderes propios por ser neutral, aunar a la sociedad, y dirimir los conflictos al servicio del bien común. Los tradicionalistas queremos algo más complejo, pero más real, más social, exigente con el bien común, y tendente a la unidad y el progreso de todos.
El vecino de la Urrutia
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