Hasta hoy, se ha tendido a unificar de hecho la celebración de Todos los difuntos con la de Todos los Santos. Sin embargo, son dos realidades muy diferentes.
Hay muchos más santos que los reconocidos por la Iglesia, y hay que celebrarles, pero también hay difuntos que aún están en el Purgatorio a la espera de que la misericordia de Dios les conduzca hacia la morada eterna, junto a Él. Si de por merecimientos se trata, nadie "merece" la salvación eterna junto a Él, sino que ésta es un don gratuito de Dios, lo mismo que nuestra filiación adoptiva es otro don divino e inconmensurable.
Por eso, animamos a los tradicionalistas a que recen por los más próximos que murieron por Dios y la Patria, los Fueros y el rey, pero también por los más lejanos e incluso por quienes hicieron sufrir a los nuestros. Y a la inversa. Perdón, misericordia y oración. Perdón en todas las direcciones, como también misericordia, mientras que la oración es necesaria tanto para ejercer el perdón como para practicar la misericordia.
Desde pequeños, nuestros padres y el sacerdote nos enseñaron a pedir perdón como nosotros perdonamos a nuestros deudores y a perdonar a todos nuestros ofensores. Y también nos enseñaron a rezar por algunos otros que, diciéndose próximos, cometieron grandes errores. Que el error no deje de permitirnos ver el buen bosque.
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