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Pero también podemos remitirnos a otras opiniones como la de Álvaro Miranda Simavilla, "Cargarse el modelo: Aragón vence a Navarra" (DdN, 23-XII-2024 p. 8), o bien del notario Manuel Sarobe, "Hacia la ruina económica y moral de Navarra" (DdN 16-XII-2024 p. 9). O remitirnos a nuestra experiencia directa.
Miranda acaba así su colaboración:
"O Navarra, es decir los navarros y navarras reaccionan, o dentro de 15 o 20 años verán que esta Comunidad foral, antes próspera y envidiada, será mediocre, vulgar e irrelevante. Aragón está recogiendo ahora los frutos dulces de su perseverancia, estabilidad y fiabilidad, Navarra está empezando a recoger los frutos amargos de la radicalidad, división e ineficacia".
Nosotros preguntamos. ¿A quienes interesa que Navarra vaya mal? Lógicamente tales no lo dicen, pero lo hacen. Dirán que todo va de maravilla. Claro, como la España del tal Pedro Sánchez. La realidad es que a algunos hay que entenderles al revés, dando la vuelta a lo que dicen. Queremos obras, que "obras son amores y no buenas razones".
Mi conclusión es que Navarra va mal porque algunos quieren que vaya mal, así es objetivo fácil de los separatistas y la ultraizquierda. Y el PSOE se beneficia de ello para ocupar sillón, posturear, y mostrar los modelitos de la señora presidente.
¡Pobre Navarra, ayer Reyno POR SÍ, ayer Comunidad Foral de máximo desarrollo... y hoy gobernada por gente mediocre, sin vocación pública, y por rencorosos y amigos de sus propias obsesiones!
Pero claro, el enemigo es ese monumento que llaman "los Caídos". Si aquí sólo se caen los tontos, es fácil dedicarse a guillotinar un monumento, ahorcar al dictador de sus amores, y decir que quienes quieren el monumento entero y verdadero son unos nostálgicos carlistas etc.. Se actúa en lo fácil y se abandona lo difícil, que es el buen gobierno. Pues bien, al menos dejen a los navarros en paz, dejen que puedan mostrar su unidad rota por el sistema partitocrático y la dialéctica de la lucha de contrarios, y dejen que puedan prosperar, que es lo que quieren.
Pues a despertarse.
El observador
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